Te despertás con el ruido de una alarma que de repente, te saca de tu sueño. Tomás el celular para apagar la alarma y te percatás de que tenés algunas notificaciones: Instagram, twitter, whatsapp, correos electrónicos, noticas, etc. Inmediatamente tu mente se empieza a acelerar, empezás a pensar en los compromisos del día, las reuniones, los mandados, etc.
Algunos días con menos ganas que otros, saltás de la cama y empezás a hacerle frente a lo que tenés por delante. Probablemente no parés, una reunión de zoom tras otra, una llamada tras otra, una conversación tras otra, un viaje tras otro, una discusión tras otra, ocultas un sentimiento tras otro, ignorás lo que sentís una y otra vez: ¡porque hay que seguir!
No parás hasta que al final de día, te acostás de nuevo en la cama, con el celular en la mano (de nuevo) y así, das por terminado un día más, lleno de una intensidad que puede volverse abrumadora y agotadora.
Vivmos en un mundo en que exige un ritmo que nos pide producir a cada momento, en cada instante, un ritmo que se puede convertir en enfermizo si no lo sabemos regular. Y justamente allí radica uno de los principales problemas, en la poca capacidad que tenemos para regular este ritmo avasallador, lo cual se ve reflejado en el incremento de las estadísticas de personas que sufren ansiedad y depresión.
Hace poco se realizó un estudio en Costa Rica con personas que teletrabajan y se determinó que el 18% de los encuestados sufren el síndrome de Bornout, también se determinó que el 40% de los encuestados manejaban niveles considerables de tecnoestrés. (ver investigación sobre el síndrome de Bornout)
¡Qué necesaria se vuelve una pausa en medio de este mundo tan acelerado!
Para ser, se necesita una pausa.
Para sanar, se necesita una pausa.
Para dejar de estar en automático, se necesita una pausa.
Para realmente estar, se necesita una pausa.
Para disfrutar, se necesita una pausa.
Para crecer, se necesita una pausa.
Para revitalizarse, se necesita una pausa.
Y muchas veces para seguir… se necesita una pausa.
Quizá necesités hacer una pausa en el día, literalmente, pausar, apagar el celular y respirar. Podés hacerlo en este mismo momento, que tal si cerrás los ojos y respirás en 4 tiempos: mientras inhalás contás hasta 4, sostenés la respiración contando hasta 4 y exhalás contando hasta 4. Repetí el proceso unas tres veces y evaluá cómo te sentís.
(si pausaste para ser consiente de tu respiración, me encantaría leerte, podés escribirme al Instagram: psicóloga_keisy_varela)
Después de esa pausa, sigamos….
Quizá pausar un proyecto, una actividad de la agenda, una relación que no te aporta nada de valor, no lo sé, pero estoy segura de que vos si sabés qué es lo que debés pausar.
Quizá sea tanta la avalancha de emociones que sentís, que una pausa se hace necesaria para evaluar y procesar eso que sentís que es abrumador… después de esa pausa, podrás seguir.
Pausar no es fácil, pausar nos pone de frente con lo que somos, hace que en el silencio aparezca lo que realmente hay en vos, aquello que quizá, estas tratando de callar con la bulla del día a día.
Pausar es para valientes, pausar es ir en contra del sistema, pausar es salud, es sanidad, es reflexión…. Soltá el automático y empezá a pausar.
Keisy Varela Seas
Julio, 2021
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